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Poesía Lírica: Diario de un bufete religioso en decadencia (Certamen Río Ungría, España)


Este poema fue redactado con la intención de imitar las rimas clásicas de este género para un concurso. Posee una temática implícita e indirecta que creo valió la pena estructurar aquél entonces aunque detesto el cantado empalagoso que te deja el escrito al leerlo. Este poema fue basado en las reglas aritméticas de la poesía típica, por lo que pudo adaptarse bien a los requerimientos de la competición (fue un experimento que hice con el propósito de restringir la escritura autómata que tanto me gusta en las tiradas poéticas).

También, es verdad que todo lo anterior suena sumamente pretencioso y les advierto que podría fácilmente ser una completa estupidez.


Marcos.

DIARIO DE UN BUFETE RELIGIOSO EN DECADENCIA

¿Carentes del pseudo-astrónomo del cielo?

la razón pura nos explica los agobios.

Aquí, se las expongo:

Pues, por instrucciones se renunciaron a

referencias del achicamiento de las

latitudes, constelaciones y demás temas.

Las caras geométricas nada

más respondieron a sus maestras,

y entonces, el primer paso fue

la raya, si, las rayas blancas.

Del gran sol, se revindicó mi silueta, libre

sin técnicos, proyectado en tela de Alpes,

nací fastidiado al ruido de los intérpretes,

como alboroto popular en aquel panel.

Y sí, siempre fui de tejido blanco, claro,

por ser mi luz enchufada a ese espectro,

centrifugada, al trago rico, un trago eterno.

Soy opuesto al negro, más el balance moral

que de ahí viene. Es el negro, bueno, al

negro, sin mucho más. En cambio, al

ser yo bañado, soy al blanco, al medio.

Ridículo es aún contar con espectadores

boquiabiertos sobre el contraste.

Todavía, sin saber si yo fuere blanco,

insanos, me amaron como el sol al cielo.

Y no como yo, del blanco al negro.

Encogidos en tales asuntos de mandamientos,

los de las togas largas y claras, decidieron las confabulaciones.

Fueron benditos, por supuesto.

Obstinados del decálogo “sin astrónomos”

dijeron: “El lápiz dorado más que atractivo,

será funcional”. Y así, redactaron sus marcos

teóricos sobre ríos repetidos, y ahí se fueron.

Marchando, recogieron a un gran barbo,

con tremenda quijada, más unos cuantos paños

con agua blanca, del uno al diez, me concibieron a un hijo.

Pienso en mis brazaletes por joven padre,

tremenda diversión. De la boca al pie,

invoqué tanto miedo en aquellos, que

no paré. Castigué con mis rayos de fuego,

a los fantasmas negros.

De mi hijo, se predicaron muchas cosas,

sin voz misma, fue deambulo de todas

bocas, rascadas y roncas. Que se vea la lista:

éste ha sido pescador, oligarca, plebeyo,

guerrero, pacifista y del comercio.

Ignorante y erudito, aprendiz y maestro.

Pues, el que más conviniere, eso era él.

Si mal no recuerdo, el peor fue este:

el de ser padre y el de ser hijo paterno,

a la vez uno solo, para la tremenda sátira

culposa, que los timó a todos por completo.

Callado, en mi silla curva permanecí

nunca pensé el funcionamiento de esto.

Hombres (y solo hombres) compartían las

nuevas nociones, en toga, únicas aceptadas,

para adecuar la nueva versión de mi hijo,

y ahora, de mi mismo.

El Sol era el padre creador, y a su vez,

hijo enfermo.

A veces, por burla bufona, las togas citaban

pistas obvias. Nadie las vio, ni las verán.

Ellos decían: “entre las nubes, saliste

blanco y robaste al negro, por encima

de la tierra desciendes, para que de nuevo

reaparezcas y nos des vida cada lunes.

Oh, gran de grandes, en el zenit te vemos”.

Nadie cuestionó quién era el objeto,

incluso, si te lo pregunto

¿Quién soy yo?, no lo sabes.

¿Seré el gran padre?, ¿el viejo?

la ayuda es perfectamente estéril,

porque nadie la acepta.

Te lo reformulo, entonces:

¿Qué cosa soy exactamente?

¿! Cómo es que aún no lo ves!?

me resigno, seré famoso loco.

No puedo decirte ni más ni menos,

ya están en vigía y no me lo creerías.

Imbatible, te dejo este diario biográfico,

tan obvio fui que no me entendiste.

No todo es malo, me da menos pesimismo,

pensar que el amor que mi luz blanca fabrica,

mal interpretada, es amor al fin.

Recorreré al cielo esquivando las estrellas,

los alumbraré a vosotros y los cuidaré.

Hijos míos, ¡Oíros por última vez!, dejen al

pseudo-astrónomo en paz, pasemos al

astrónomo, a secas. Eso quiero,

este proyecto ya no da risa, ni interés.

Es hora de despertar mis hijos (e hijas).

Me despido,

soy de vosotros eternamente,

Los ama sinceramente,

el centro del universo. Ósea, Yo.

Tomado de la página 3 de 7, Diario de un bufete religioso en decadencia.

ESCRITO POR MARCOS SAN JUAN

#Poesía #EscritosPropios

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